martes, 16 de febrero de 2010

Martes de Carnaval

Y llegó el Domingo, y al séptimo descansó, y como ya había hecho todo y se aburría pensó en hacer algo nuevo el martes, que total es un día sin fuste en la semana, y dijo: “Hágase el Martes de Carnaval, con sus pájaros, sus Animeros pidiendo, sus máscaras, y su almoneda”. Y el Martes de Carnaval se hizo, y vio Dios que era bueno.
Más o menos este es el origen del Martes de Carnaval. El primer origen; luego ya viene el otro, ¿el de verdad?; desde el punto de vista de la antropología social, era una celebración, un rito caracterizado por una inversión de los roles, lógica y necesaria, en una sociedad mucho más férrea y rígida que la actual. El pobre podía ser rico por un día, el hombre mujer... y de este modo se distendían en mayor o menor grado las relaciones sociales entre las personas que participaban en la fiesta. Estas "máscaras" y disfraces permitían, como es lógico, confundirse y mantener la identidad a salvo, y en determinados momentos de la historia de España, esta forma de interrelación, bajo la excusa de la celebración fue prohibida para evitar fechorías o incluso actos delictivos. Como sucedió, sobre todo, en la época de la postguerra española.
El cristianismo supuso un cambio importante en este aspecto, introduciendo sus propias intenciones en este momento del año, aspectos estos que son los que actualmente se mantienen con más intensidad en los lugares, que como La Almarcha, no han perdido estas notas etnográficas que se están perdiendo en gran parte de los municipios de España. Es decir, que el día después del Martes de Carnaval, la Iglesia da inicio a la Cuaresma; esa época de recogimiento espiritual, de guardar la vigilia, y de abstenerse de cometer actos impuros que servirán para purificarnos. Después del rollaco antropológico, vamos a empezar con un martes de carnaval, por la mañana de cualquier año en el lugar:

- Toc, toc, toc
- ¿Quién?
- ¡Ánimas Benditas!.

Esto es lo que se oye esta mañana en todas las casa de La Almarcha.
Es Martes de Carnaval, justo el día anterior al Miércoles de Ceniza, que es cuando se entra en la Cuaresma. Hoy salen “los animeros” a pedir por todas las casas del pueblo para luego subastar lo que les den en la Almoneda. Actualmente y por desgracia son tres: Juanjo, Herminio y Donatín; aunque me han dicho que este año se han apuntado Arcen y Merce, pero no sé si saldrán ellas también a pedir. Colín y Juanví no están en el pueblo, pero también son de la Hermandad, y cuando pueden salen, y Mario, que no sé si es de la Hermandad, o sólo sale con ellos a pedir y luego les ayuda en la subasta.
La gente suele dar de todo: Garbanzos, huevos, pollos de corral, palomos, botellas de licor, algún cordero, gallinas, gallos, pavos, vino, dulces hechos por las mujeres, chorizos, panes enormes que se hacen para la ocasión, barras de chorizo y salchichón, quesos, y como no, los pájaros de las Ánimas, que son al final con lo que más dinero se saca, porque los niños obligan muchas veces a sus padres a pujar por ellos al verlos.

Son los pájaros lo que nos diferencia con las subastas que se hacen en el resto de pueblos de España, porque, hasta la fecha, no conocemos ningún pueblo donde se hagan estas cosas de duz para el Martes de Carnaval, y esto lo tengo más que estudiado como para saberlo.
Como casi todo, son las mujeres las encargadas de hacer los pájaros. Suelen hacerlos un día o dos antes del martes; sobre todo para que el punto de nieve se ponga duro, que si no no se sujetan las crestas o plumas. La preparación es la siguiente:
Ingredientes:

- 1 huevo.
- 1 cucharada sopera de azúcar.
- Harina que no se queden muy duros.
Esta es la receta originaria, la de verdad, pero lo cierto, es que se quedaban bastante duros, y por eso mi madre, siempre me ha dicho que salen más suaves si se les echa una cucharada y media o dos de leche por cada huevo, y dos cucharadas de aceite de oliva frito por huevo.
Una vez amasados, se forman bolas no muy grandes (un pelín menos que un huevo de americana) que se extienden sobre una superficie y se les da la forma de una especie de triángulo con uno de los ángulos en redondo, que será el que haga de cabeza. En los otros dos ángulos se hace un corte con el cuchillo para separar las alas; se le da forma a la cabeza con un pico chiquitín y se pone en las latas para meter en el horno.
Cuando salen del horno y mientras que se enfrían, se van preparando las crestas o plumas que los adornarán. Con hilos de diferentes colores, se forman manojetes que luego se cortan como si fueran un penacho de plumillas.
Cuando los pájaros está fríos se adornan con clara a punto de nieve (la clara de dos o tres huevos y bastante azúcar batida hasta que se pueda dar la vuelta al plato y no se caiga) haciendo dibujos, y en esa clara se van hincando las plumas que servirán de adorno. Se dejan toda la noche cerca de la estufa para que el punto de nieve se ponga duro, y al día siguiente ya se pueden comer; igual que con los rollos de San Blas, los pájaros se pueden congelar y aguantan muchos meses.
No es que sean de los mejores platos de duz que tenemos en el lugar, porque la masa es bastante simple, pero a todos nos gusta que nuestras mamis, tías, abuelas, vecinas o quien sea, se acuerde de nosotros y nos guarde uno, o dos, o siete…..
¡Me gusta el martes de carnaval!, hoy me toca echar el llorete, y menos mal que la Laura hoy no puede ir a la Almoneda, que si no tenía llamada fijo para decirme: “Escucha”, y oír de fondo la subasta para rematar diciéndome: “Echa el llorete”; y Lanuri a llorar se ha dicho.
En fin, que sigo contándoos lo que venía, y en parte viene siendo la celebración de hoy: La Almoneda se hace en la “Plaza de Arriba” si hace buen tiempo; y si el tiempo “no acompaña”, se hace en la Casa de la Cultura. El animero que subasta, en la actualidad creo que es Donatín, se sube en una mesa (que suele ser la de la matazón) o en el escenario y los animeros que están al lado le van pasando los productos. Donatín, después de decir lo que se va a subastar, dice un precio que a él le parece justo, o que ya ha sido convenido por la persona que ha “donado” lo subastado. Es entonces cuando empieza la puja y los piques de los pujadores que hacen que muchas veces se paguen barbaridades por una barra de salchichón que luego se comerán allí entre todos. Cuando ya se ha llegado a un precio que nadie sube, el animero que subasta dice: “¿no hay quien eche más a la una?”, y se espera un rato, luego dice lo mismo a las dos y si no contesta nadie dice nuevamente “¿no hay quien eche más? ¡A las tres!”, y le pasa lo subastado a otro de los animeros que se lo lleva a quien haya pujado más alto y le cobra. A pesar de la gran variedad de productos, al final, lo que más dinero deja son los pájaros, porque no son caros de hacer, y se paga mucho por ellos.
La gente no suele reparar mucho en gastos este día, y más pensando que el dinero de esa recaudación será para el beneficio de todo el pueblo, ya que lo que se saca en la Almoneda, la Hermandad de las Ánimas lo destina a arreglar el cementerio (pintarlo, limpiarlo, rozarlo, etc.) y pagar las misas del Novenario de las Ánimas.

Otro de los puntos claves del Martes de Carnaval son las “máscaras”, como suelen decir las personas mayores, y que la gente joven y los niños conoce como disfraces.

Antes, antes[1], las “máscaras” se vestían con ropa vieja, se pintaban la cara, y acudían a la Almoneda. Una vez allí se dedicaban a bailar, correr, asustar a los pequeños, y cuando eran muchachos, a arrimarse a las mozas. Pero hoy, los disfraces son hechos por las madres o comprados, con lo que la originalidad y el reciclaje se va perdiendo poco a poco. Pero siempre aparece alguien con la cara tapada que hace la gracia un rato y luego se va a su casa, se cambia de ropa y aparece por allí como si no hubiese pasado nada.

Otra tradición que por desgracia se ha perdido era la de “correr la bandera”. Después de la Almoneda había baile en la plaza, y mientras éste, uno de los animeros llevaba la bandera de la Hermandad y alguno de los que estaban en la plaza ofrecía una “perra” (perra chica) por que corriese la bandera fulano; entonces el animero que llevaba la bandera corría por la plaza hacia la persona que le habían dicho, y cuando llegaba a ella le comunicaba que le tocaba correrla. Si a quien le tocara correrla no quería decía: “una porque no, y otra por que la corra mengano”; así, el animero tenía que correr a seguir al otro que si no quería salía corriendo por las calles adyacentes a la plaza, y una vez que lo pillaba, sino quería bailarla tenía que pagar porque la bailara otro, y si quería la bailaba él. Normalmente cuando a alguien le tocaba no la solía bailar, por no ser señalado como que no había querido pagar.

Echando mano de la imaginación, la gente pagaba una perra porque tocasen una jota, otra porque se parase el baile, otra porque no, otra para que bailase fulanito, otra porque lo hiciese menganito, etc., y así hasta lo que la cabeza les daba de sí, con lo que la Hermandad sacaba suficiente dinero para llevar a cabo las tareas que tenía a su cargo.

En la actualidad son casi siempre los guachotes los que se disfrazan, ya no hay baile después de La Almoneda (que sigue siendo el acto central de la fiesta), y la tradición de correr la bandera se perdió hace muchos años; además parece ser que nadie recuerda donde está la bandera, pero sí quien la bailaba mejor: Francisco García. Pero a pesar de estas carencias de la fiesta, la gente se sigue congregando en la Plaza de Arriba o en la Casa de la Cultura para encontrarse con los amigos y dejarse los cuartos comprando productos mucho más caros que en las tiendas, pero que saben que será un dinero que repercutirá en ellos y en su pueblo.

Paralela al Martes de Carnaval, aunque se haga antes, es muy importante la subasta de la “Torta de la Candelaria”; costumbre de larga tradición que es la siguiente: el día 31 de enero se hace la Torta y se lleva al horno del pan a cocer; el 1 de febrero, los Hermanos de las Ánimas la llevan a misa a bendecir y el 2 de febrero salen los mismos Hermanos a vender por la mañana las rifas y por la tarde se subasta al modo tradicional; es decir, que en uno de los bares del pueblo (el bar de Salva en los últimos años, ahora no sé dónde la harán), los Animeros meten los números en un puchero, y una mano inocente saca el número que ese año es el agraciado con la Torta.

Pero esta costumbre de subasta es muy reciente; antiguamente, los Animeros iban por las casas apuntando a quienes pedían un número para la rifa. La gente echaba para cada hijo, para el perro, los gatos, etc., y luego echaban un papel con todos los nombres en una talega y varios papeles en los que ponía Torta. Después se sacaban dos papeletas; una con el nombre y otra de las de Torta, y así se sabía quien era el agraciado, hombre o animal, ya que también se dio el caso de que le tocara al perro, al gato, o a la mula de alguien.

La tradición de hacer esta Torta parece ser que se remonta a unos cuantos años atrás, y la gente recuerda que al principio la hacía la "abuela de Torrijos"; después, el cargo (por llamarlo de algún modo) pasó a la madre de este señor; después a María Guijarro Landete, que no era familia de los anteriores, pero que, aún siendo de Las Mesas y casada con un hombre de La Almarcha, decidió hacerse cargo ella para que no se perdiese la tradición; de ella pasó a su hija Carmen García Guijarro; y de ella a su hija María Luisa Sánchez García y a una prima de la última, María Muñoz por un acuerdo entre ambas, y en los últimos años es mi tía María Luisa la que la sigue haciendo.

La Torta se prepara de la siguiente manera: con tres pliegos de papel de barba se hace un círculo grande, que será la base del molde, y se corta otra tira alargada que hará las veces de pared del molde. Se cosen ambos trozos formando un molde redondo que luego se llenará con la masa hecha con 3 docenas de huevos, ¾ de azúcar y ¾ y un “puñaete” más de harina.

Se bate todo bien y se echa en el molde dejando un poco de masa para hacer los siete pájaros que adornarán la Torta y que representan a los siete Hermanos que fundaron esta Hermandad; pero “antes, antes”, dice mi madre, que “eran tres los pájaros que adornaban: una pájara grande en medio y uno a cada lado más otro detrás”.

Desde hace unos 4 o 5 años, mi madre ha ido haciendo una torta más pequeña, imitación de la de La Candelaria para subastarla hoy, pero como este año ha estado "de baja" por el rollo de su rodilla nueva, no ha podido hacerla, de todas formas os pongo una foto para que no se os olvide.
En fin, que más o menos esto es el Martes de Carnaval: El exceso que hacemos antes de entrar en la Cuaresma.
Si vais a la Almoneda esta tarde me guardáis un cachejo de algo que el sábado voy y me lo como.
Besetes
Lanuri

[1] Expresión temporal que viene a significar más o menos desde la Guerra Civil o incluso antes.

3 comentarios:

  1. Joder que me va a pasar como cuando leí lo del jueves lardero, que me empecé a acordar de las tortas fritas de mi pueblo, y me tuve que bajar a por un pepito de crema a la tienda los chinos!!!

    Pues no tenía yo conocimiento de estas cosas del Martes de Carnaval, la verdad. A ver si voy el año que viene a comerme un pajarete.

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  2. Jamía, si es que con esos nombres que te pones no hay quien te conozca.
    No sabes ná del lugar.
    Besetes
    Lanuri

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